martes, 18 de noviembre de 2014

Día R-23

-Hace apenas un año desde que la nave alienígena aterrizó en nuestro planeta. Los científicos más cualificados de nuestra especie fueron reunidos en una cámara secreta desde entonces. A día de hoy, desconocemos su auténtico paradero, lo que sí sabemos es el desarrollo de sus estudios.

-¿Quieres decir que debemos conformarnos con la información que se nos da a cuentagotas? Una nave de dimensiones estratosféricas se detuvo en los desiertos de Arabia y lo único que te limitas a repetir como un papagayo son las declaraciones oficiales del gobierno de los Estados Unidos. Primero tuvimos que escuchar suposiciones blasfemas sobre armas secretas de los terroristas. Luego, cuando vieron que la población mundial no era capaz de creer semejante patraña, anunciaron que enviarían a un numeroso equipo militar a investigar y ¡qué casualidad! Desde entonces, todo lo relacionado con los visitantes extraterrestres lleva un sello oficial de la Casa Blanca.

-Será porque son los únicos que pueden desarrollar la indagación sin provocar un caos absoluto sobre la raza humana. Mira, no quiero dejarte en evidencia, pero sabes perfectamente que son los que mejor pueden llevar a cabo semejante hallazgo. A día de hoy, continúan inspeccionando cada milímetro de los robots que ocupaban la embarcación, lo que no pretenderás que hagan es que digan todo lo que piensan sin estar completamente seguros de sus avances.

-Querrás decir sin que el Presidente dé su aprobación ¿no?

-La nave, al igual que sus pasajeros, deben continuar ocultos.

Por aquel entonces la Tierra hervía de vida humana. El mundo había evolucionado significativamente desde el siglo XXI hasta su más irreconocible transformación. Las ciudades habían terminado creciendo hasta hacerse casi con el territorio absoluto del planeta, apenas quedaban paraísos naturales y estos eran conservados como patrimonio de incalculable valor, apartados lo máximo posible de la contaminación urbanística. De modo que, cualquier tipo de flora al alcance de nuestras manos y ojos, era evidentemente artificial, comestible y productor de materia orgánica. Los edificios de nuestras ciudadelas rozaban sin esfuerzo alturas vertiginosas, los desniveles, formas, materiales y características podrían definirse como una China futurista totalmente desequilibrada con luces de neón. Por el aire, asquerosamente opaco y gris como una niebla imborrable, podían verse carteles luminiscentes y naves de transporte surcando los vientos al mismo tiempo que rozaban los rascacielos, muy pocos tenían permisos para conducir tales vehículos, pero si por casualidad pertenecías a cualquier tipo servicio gubernamental dedicado a la defensa de la nación, entonces tenías los medios para alcanzar dicho privilegio. La superpoblación había llegado a tales extremos, que las infraestructuras no se limitaban a los continentes conocidos, y en contra de las suposiciones de nuestros antepasados, tampoco nos hemos visto en la obligación de abandonar el planeta. A decir verdad, aún no hemos llegado a conocer tales medios. Como iba diciendo, la superpoblación pasó a ser uno de los problemas más graves de nuestra civilización y a pesar de que nuestras infraestructuras retaban a la elevación habitual, esto no era suficiente. De modo que se aprobó un plan de mejora dedicado a la cimentación de ciudades submarinas con base en la tierra superficial, evitando de este modo la catástrofe que se nos avecinaba en lo referente al exceso de población.
Progresábamos en nuestras embarcaciones al sistema solar, descubrimos el tipo y las clases de vida que antiguamente se produjeron en Marte y hemos logrado incontables avances astronómicos, pero todavía no había ni rastro de vida inteligente con la que comunicarnos.

Hasta El Día R-23

El Día R-23 fue el día en el que, tras siglos de búsqueda e incógnitas, ellos o mejor dicho, sus máquinas, llegaron a la Tierra. Fue entonces cuando empezamos a degradarnos poco a poco hasta ahora. Supongo que no hay un nivel más bajo que lo que somos actualmente.

Base militar en Oceanía. Día R-23

Puede que todos supieran que este momento llegaría, pero sin duda, nadie tenía la certeza de cuándo se iba a producir semejante suceso. Y fue esta misma incredulidad ante el desconocimiento y siglos de suposiciones que perdían credibilidad con el paso de tiempo, lo que provocó una paralización general de los estamentos más influyentes y poderosos cuando finalmente su presencia se hizo irrebatiblemente real ante sus ojos. Hacía escasos días desde la llegada de Eni a casa desde su última embarcación extra planetaria sin novedades patentes hasta el momento, y el resultado de las pruebas del estudio de materiales extraídos de Júpiter tampoco es que predijeran una posdata profética con la que cambiar el rumbo de la humanidad. Eso es lo que terminarían por dictar los informes de sus superiores. Pero no estaba dispuesta a mantener la frialdad en sus venas apartando la vista esta vez. No después de conocer a sus acompañantes. Así que se dirigió a la oficina de jefe de su departamento, con paso firme y mirada tenaz hacia los azulejos luminosos y transparentes de los pasillos que la conducían hasta su destino. Procuró disipar la rabia contenida de su cuerpo para mantener la compostura y hacer acto de lucidez llegado el momento, no podía permitirse el error de parecer sumida en un ataque de histeria y que todo el valor empleado quedase en la nulidad más patética. Apretó los puños sacudiéndolos acto seguido en un intento de tranquilizarse y buscó finalmente el chip incrustado en su pecho, brillando con un destello azul celeste hipnotizante, lo necesario para recordar que continuaba con vida, pues aquel reflejo dejaría de centellear el día de su muerte enviando una señal al Estado de su fallecimiento así como hora y lugar. Decidió respirar profundamente y sus pasos pasaron a inhabilitar toda señal del exterior a medida que se acercaba a su superior, ya casi podía ver la puerta corrediza deslizarse permitiéndole el paso para reunirse con él. Hasta que su destino obtuvo la señal que cambiaría el rumbo de su futuro.

-En directo desde la centralita, confirmamos el aterrizaje de un objeto volador no identificado con destino la Tierra. Activados todos los protocolos de emergencia, mantengan la calma y esperen nuevas indicaciones”

El mensaje pasó a escucharse alrededor de todo el edificio, una luz roja y parpadeante invadió las instalaciones como olas de sangre que iban y venían a la orilla. Los soldados más inferiores formaron filas ordenadas para luego acudir a las salas de programación de próximos movimientos. Un cúmulo de personas se asomaron desde sus habitaciones impacientes por recibir órdenes que acatar. Varios focos de impresionantes dimensiones podían visualizarse en el exterior, en mitad del océano, proyectando todo su esplendor sobre la base submarina en la que la tensión parecía acumularse por centésimas de segundo. La claridad llegaba a resultar incómoda y se introducía de pleno a través de las paredes transparentes de la construcción militar. Miles de especies acuáticas nadaron ahuyentadas ante súbito golpe de luz y un par de submarinos salieron disparados en dirección desconocida dejando tras de sí un rastro burbujeante debido a la presión. Ya casi estaba dentro de la sala de su superior hasta que el aviso fue anunciado por aquella voz robótica y a pesar de que, desde entonces no se había movido ni un ápice, un impulso que invadió su alma le obligó a que se girase para poder contemplar algo que definitivamente cambiaría el discurso que se había repetido una y otra vez. Una decena de hombres perfectamente armados e intachablemente protegidos con armaduras ligeras e impecables, rodeaban a alguien que parecía haberse saltado las normas en la superficie, en las ciudades terrestres. La joven miró a Eni fijamente con una falta de escrúpulos que rozaba la intimidación más primitiva. En ese instante no supo ni siquiera cómo sentirse, sólo sabía que la sinceridad de su mirada la había desconcertado sobremanera, más de lo que nunca antes había sentido. Por un segundo, llegó a creer que conocía a aquella joven de antes. De mucho antes.

-Han llegado, Eni.

Eni parpadeó entonces sorprendida ante la voz grave que la reclamaba desde el interior del despacho dejando atrás el encuentro con la desconocida. Estaba aturdida, aunque justificó el hecho al caos que se había producido desde el anunciamiento de la llegada del ovni.

-Eso parece, comandante.

El superior tomó asiento tras la inmensidad de su mesa apenas ocupada por un dispositivo programado para activar las funciones de todos los aparatos que ocupaban el habitáculo.

-El resto de directivos están tomando el control de la situación. Las unidades están cumpliendo con los objetivos previstos.

-¿Y mi tripulación, señor?

-Deberás conducirla hasta Arabia, es allí donde creemos que aterrizará la nave alienígena. De momento no sabemos si se trata de una artimaña bélica de nuestros enemigos, por ello he decidido que sea tu compañía una de las que acudan al desierto.

-Nos mantendremos a la altura de las expectativas. -Eni notó que su sangre salía disparada a todos los recovecos de su cuerpo desde su agitado corazón emocionado. Prácticamente desde que tenía razón de ser, supo que quería dedicar sus días a la investigación de extraterrestres, aunque muy a su pesar, nunca había logrado su meta. Hasta el Día R-23. Se dirigió a la salida, dispuesta a organizar y reunir a su tropa en una nueva y emocionante ruta en la que nadie tenía ni la más remota idea de lo que les depararía el futuro. Estiró el brazo y a continuación, miró al superintendente algo confusa, deseando resolver una duda que tenía la intención de no dejarla descansar- Señor ¿quién era la detenida escoltada por los guardias de la sección 454?

-Una periodista que ha estado investigando terreno hostil. Creemos que es una espía que trabaja para el bando erróneo.

-¿Existen pruebas de dichas suposiciones?

-Estamos en ello.

Salió del despacho con un sabor amargo tras aquella última oración demoledora. Conocía más que de sobra lo que se escondía entre las líneas de dicha afirmación. La muerte. Sin cuerpo, no hay declaraciones en contra del sistema de defensa que tanto respeto y galardones se había forjado a lo largo de la historia. No quiso distraerse con un caso tan inverosímil que era, a fin de cuentas, como un grano de arena perdido en la inmensidad de la playa. Debía centrarse en su equipo altamente cualificado. Hizo entonces un llamamiento sensorial al grupo de mujeres que constituían sus filas y al cabo de unos minutos, todas ellas acudieron al centro donde se alojaban las naves reservadas a la cuadrilla. Y ni aún allí, rodeada de su única familia, pudo alejar de su cabeza la mirada de la prisionera.

-Esperamos nuevas órdenes, mi comandante.

La líder permaneció pensativa durante un periodo indefinido. Las hembras se miraron unas a otras sin saber del todo hacia dónde dirigirse, luciendo sus trajes impolutos con la magnificencia de guerreras bárbaras descritas en las historias antiguas. Sus armas descansaban alrededor de sus cuerpos dispuestas a ponerse manos a la obra de un momento a otro, insaciables, ansiosas. Un exhaustivo entrenamiento las había formado como envidiables luchadoras ágiles y eficaces hasta el día de hoy. Todas sus misiones eran superadas con éxito. Eni continuó con su proceso de recapitulación de estrategia a llevar a cabo y entonces, fuera de todo pronóstico, les dio la espalda y dijo:

- Estad alerta y procurad que nadie pueda rastrear vuestros movimientos.

Las féminas, sin ningún tipo de objeción con las que persuadir a su capitana, obedecieron la tarea encomendada sin dudar de que los motivos que habían arrastrado a su líder, merecían discreción y confidencialidad. Su habitual copiloto, tomó el mando de la misión y comenzó a dirigir a cada una a sus puestos correspondientes y con toda seguridad, tras ver a su amada correr, sabía que algo estaba cambiando. Le seguirían guardando una lealtad inquebrantable, fueran cuales fueran las consecuencia.

Apenas se detuvo, ni siquiera después pudo recordar con quienes se había cruzado por el camino, estaba demasiado concentrada en no echarse para atrás ante su sorprendente cambio de rumbo. Si finalmente lograba lo que tenía en mente, no sólo habría puesto en peligro su rango en el organismo sino también el de sus subordinadas y eso sí que la arrastraría hasta el inframundo, sería algo que jamás podría perdonarse. Al llegar, se aseguró de que nadie en los alrededores pudiera identificarla como sospechosa en caso de futuro plan fallido. Las cámaras estaban demasiado ocupadas en observar a los soldados de la base y pasaban por alto la vigilancia que residía en las celdas debido a la alta seguridad de las mismas. No había escoltas, era algo que había pasado a ser innecesarios hacía cientos de años. Cruzó la cúpula que la separaba de los detenidos e introdujo los datos necesarios para verse rodeada de prisioneros preventivos esperando ser enviados a cárceles de niveles variables dependiendo de la confirmación de sus crímenes. Nunca había pisado estas instalaciones, tampoco se había visto en la necesidad de visitarlas a lo largo de su carrera, en el techo semiesférico había dibujado una especie de cielo estrellado similar a los planetarios que milenios atrás, disfrutaba la especie humana en los museos. La luz procedente de las constelaciones artificiales, eran el único punto luminoso que habitaba en la sala, el resto, era sólo oscuridad. Era como estar perdido en un suburbio de poca monta con cientos de ojos diminutos atravesándote a años luz. Cada cubículo estaba ocupado por una persona y las paredes de cada uno de estos habitáculos consistían en una barrera invisible que, en caso de presunta huida, mandaba una terrible señal imparable a tu cerebro hasta hacerlo estallar. Si pretendías escapar, es que eras indudablemente culpable de lo que se te acusó. Eni, con el parpadeo estelar y la luz vibrante de su pecho, miró exhaustivamente a los encerrados, hasta que la mirada que no había conseguido olvidar, volvió a hacerse real frente a ella. A pesar del espesor de la negrura, pudo reconocer aquellos ojos inquisidores que le revolvían la conciencia de todas sus otras vidas pasadas. Algo indescriptible la había arrastrado hasta ella,hasta su mirada cortante y frágil como el vidrio. Se acercó aún más y tuvo la certeza de que ya había conocido a la joven, aunque no acertaba a localizarla en los recuerdos de su memoria, existía un vínculo anterior completamente fiable y sin explicación que la obligó a sentir la necesidad de retroceder hasta las celdas y rescatarla. Porque no había ninguna otra razón por la que asumir semejante riesgo que la demencia de un impulso caritativo.
Introdujo un código vocal a la cerradura virtual de la cámara y acto seguido, la frontera que las separaba se convirtió en aire completamente inofensivo. Algunos de los combatientes tenían acceso a esta clase de datos por si los criminales necesitaban una dosis de violencia que les hiciera confesar sus actos sin necesidad de gastar dinero y medios en recoger pruebas. La miliciana le hizo una señal para que avanzara sin miedo hasta ella, escrutó su rostro y pronunció tajante:

-Dame al menos un razón para convencerme de que sacarte de aquí merece la pena.

La hasta entonces prisionera, mantuvo la mirada, impasible tras la frase que la separaba de la libertad. No sabía si tenía que fiarse o no de la chica que supuestamente iba a liberarla y múltiples preguntas cruzaron su mente como una lluvia letal de flechas. Entonces, inesperadamente, la soldado la cogió de la muñeca y la miró nuevamente a los ojos, presionando las yemas de sus dedos sobre sus venas y arterias.

-Confía en mí.

Los vasos sanguíneos de la presa latieron como si la circulación se le estuviera debilitando. Eni giró la muñeca de la susodicha y fijó la vista en que la venas de ese punto de su cuerpo, brillaban como cables de neón poniéndose a salvo. No se había dado cuenta de que, cuando apretó su piel, un leve crujido hizo poner la voz de alarma al sistema sanguíneo de la arrestada. Lo que ella no sabía era que, la periodista guardaba, precisamente en ese punto, la prueba no encontrada que la había condenado a la muerte.

-Ellos ya han estado aquí antes.

-¿Te refieres a los aliens? -preguntó con los ojos entrecerrados, obnubilada ante lo que creía que había supuesto en base a aquella breve información. No podía creer lo que aquella mujer estaba afirmando con tanta convicción y seriedad. Era totalmente imposible, jamás se habían tenido informes al respecto de tales encuentros con vida procedente de otro planeta. Eni soltó la mano de la recién liberada, incrédula y desconfiada, y entonces sus arterias dejaron de refulgir tras un fogonazo en el que por arte de magia, parecieron regenerarse de la rotura involuntaria que había tenido lugar escasos segundos atrás. El silencio se prolongó entre ambas,estirándose mientras creaba una escena de análisis de la una o la otra en mitad de la oscuridad más basta y tensa que habían vivido hasta el momento. Las incertidumbres sobre la que acababa de salvar palpitaban sin demora en la espera de verse saciadas de respuestas, nunca antes había visto un sistema de regeneración tan rudo y sensible que podía encenderse, apagarse y romperse con tan inofensivo roce, ella estaba más acostumbrada a sutiles prendas que impedían cualquier clase de rasguño- ¿Qué eres?

Un pitido descomunal invadió todos los recovecos de la base. Los focos de luz volvieron a parpadear nuevamente dominando las instalaciones, sólo que esta vez, sólo quedaban la mitad de los soldados en el edificio puesto que el resto había salido a la superficie con órdenes relacionadas con el OVNI. El sonido subía de tono a cada pestañeo y las mujeres alzaron la cabeza a la salida del recinto creyendo que habían sido descubiertas, el resto de encerrados comenzaron a gritar esperanzados de un último golpe de suerte y el ruido se convirtió en insoportable en apenas un minuto.

-Debemos salir cuanto antes.

Aviso desde la centralita. Alerta. Cerrando herméticamente conductos de huida”

Las puertas de prisión comenzaron a deslizarse en un deseo imparable de unión. Eni se acercó a su compañera y le colocó con fugaz rapidez unas esposas que imposibilitarían la opción de separarse. Corrió guiada por la desesperación, sin quitar la vista de la única escapatoria que tenían, apenas quedaba espacio por el que caber, las paredes metálicas parecían dos imanes que se resistían a juntarse y aún así, ya no les quedaba tiempo suficiente. Sacó una pistola del tobillo y disparó un rayo láser a una de las barreras que pretendían encerrarlas. Una explosión púrpura hizo estallar el material dándoles unos segundos más. Eni saltó, cubierta por cenizas de acero, logrando su objetivo de llegar al otro lado del pasillo sin apenas respiración. Su protegida la miró, con los ojos llorosos asumiendo su futuro, su encierro. La combatiente correspondió con lágrimas de rabia e impotencia mientras que el sudor recorría su cuerpo. Los focos iban y venían con su particular luz escarlata y los jadeos que empujaban su pecho impedían que soltase un grito ahogado compuesto por una negación rotunda de dejarla allí.

-Aguanta. Aguanta, por favor -pronunció a la vez que la apuntaba directamente con el arma utilizada anteriormente. Cogió aire y disparó. Una segunda explosión violácea las cegó y para cuando volvieron a abrir los ojos, Eni tiró con todas sus fuerzas de la cadena aferrada a su muñeca, sujeta a la mano de la periodista por el otro extremo, en un intento vital de salir juntas de allí gracias al disparo que había conseguido abrir minimamente las puertas. Cuando al fin la tuvo al lado, sonrió como en un ataque de tranquilidad con aire psicótico debido al impacto sufrido. La muñeca de la chica estaba bañada en sangre pero ninguna de las dos se dio cuenta cuando se cogieron del rostro preparadas para correr con la melodía de un fatídico final sonando en forma de pitido.

Eni asumió el papel de guía en la carrera, seguida de cerca por su protegida. A su alrededor, sin saber el motivo, empezaron a cruzarse con escombros de procedencia desconocida. Tuvieron que esquivarlos con rapidez y agilidad, el entrenamiento de Eni la ayudó a sortearlos con fluidez, al contrario que su compañera, cubierta de magulladuras. Atravesaron múltiples salas comunes totalmente desiertas y otras que, sorpredentemente, estaban habitadas por guerreros camuflados en diversos sitios estratégicos, preparados para disparar en cuanto se vieran en peligro. Ambas pudieron escuchar el sonido de bombardeos golpeando la sucursal que era toda la vida de Eni. Y todo apuntaba que de un momento a otro, todo terminaría en ruinas, reduciéndose a cenizas por el ataque externo de un enemigo desconocido. El suelo se resquebrajó en varios punto y estaban sufriendo las estocadas del atacante, cada vez se hacía más complicado avanzar hasta el compartimento de naves para poder reunirse con su patrulla. Estaban siendo balanceadas por un terremoto provocado por el impacto de las bombas. Múltiples columnas se precipitaron hacia abajo, explosionando y liberando peligrosos pedazos de cristal por todas partes, ninguna de las dos se detuvo por ello. Quedaba poco para llegar. Bajaron un par de desniveles y alcanzaron situarse en un par de saltos equilibristas, de nuevo, se enfrentaron a una separación que vería la muerte de una de ellas. Esta vez, Eni tuvo que volver a plantearse un plan de emergencia en mitad del pánico en el que estaba sumida, agarrada a un bordillo que sobresalía de la pared, observó como su amiga estaba apunto de caer precipitándose a un fin asegurado, metros por debajo. Sujetó con fiereza las esposas que las mantenían unidas y se aferró a la cadena negándose a dejarla caer. Cerró los ojos y suplicó:

-Por favor, aguanta.

Ya lo tenían todo perdido, no cabía esperanza en estas circunstancias. Nunca llegarían a salir con vida de la base, terminarían ahogadas cuando las instalaciones acabaran por ceder al exterior. La periodista abrió los ojos con brutalidad, marcada por el dolor que le producía la fuerza de su propio peso presionándole la muñeca, abrió los labios queriendo decir algo, pero apenas se pudo entender un silencio salvaje marcado por la certeza de lo que estaba por venir.

-Mi comandante, su nave le espera. -pronunció como un rezo milagroso una voz demasiado cercana y real como para ser una ilusión a las puertas de la muerte.Su subordinada más leal, su habitual copiloto, la había estado esperando con la esperanza de volver a verla y sacarla de allí con vida.

Tras un vertiginoso y peligroso rescate que terminó con las tres mujeres a bordo del vehículo, que había subido desde el subsuelo a rescatarlas, pudieron tomar posiciones en el interior. Eni tomó las riendas del volante y rodeada de botones luminiscentes apenas pudo percatarse de lo que sucedió a su alrededor una vez soltada de las esposas. El mundo bajo el agua parecía un apocalipsis fatal y sin embargo, era como si estuvieran en una burbuja combatiendo con la mismísima supervivencia. De repente, algo no encajaba. El sonido seco y sordo de un cuerpo desplomarse activó sus sentidos poniéndose alerta y antes de que pudiera volver a respirar, el frío metálico de una pistola sobre su cabeza, la paralizó

-Mi nombre en clave es SO, pertenezco a un cuerpo de elite dedicado al espionaje entrenado por el pueblo arábico. En mis vasos sanguíneos tengo la prueba feaciente de que el gobierno de los Estados Unidos tuvo contacto con extraterrestres hace más de dos milenios.Consiste en una conversación entre dos políticos que argumentan el desarrollo de los estudios de unos robots que aterrizaron en una nave similar a la de hoy, en el mismo desierto de Arabia. Te recomiendo que cambies el rumbo de tu embarcación, mis superiores nos están esperando.