sábado, 9 de noviembre de 2013

No hay paz entre guerreros, solo sangre hasta la muerte.

-Deberías rehacer tu vida. Comenzar de nuevo.

  Así fue como el sonido salió al fin de su escondrijo, estaba tan centrado en su letargo, que la chica que se encontraba frente él empezaba a mostrar su inconformidad con la escena representada mediante el lenguaje corporal que se esforzaba en ocultar. Antes, años atrás, no existía el silencio en los labios de Lena, pero el inevitable reencuentro era ya un hecho y para nada había planeado algo tan inverosímil en ella como un eterno mutismo sin presentación previa. Estaban fallando sus facultades ante las adversidades. El tiempo de somnolencia que pidió su antiguo ser no deseaba ser molestado y ante la reclamación a gritos ensordecedores que su corazón hacía, su mente decidió realizar una vez más oídos sordos. Su personalidad decidió madurar ante las desgracias vividas, y ya no existía la vuelta atrás
  El cazador se estaba auto acorralando en su trampa. Eran tiempos distintos al comienzo, pero nadie lo debía descubrir.

-¿Acaso no te alegra mi vuelta? Tu rostro es serio, no debería.

  En sustitución a cualquier tipo de respuesta Lena se limitó a dar un sorbo a su enorme jarra de cerveza, la cual fue bajando su nivel poco a poco con ansiedad. Tras dejar aquel recipiente, colocó las manos sobre la mesa de madera sucia y pegajosa que escogieron entre todas las de aquel antro y mirándole fríamente pronunció:

-Ya, ya lo sé.  -Einar sabía que la joven no tenía intención de terminar la oración, al menos, en su interior. De modo que fingiendo que no se estaba enterando de nada, ignoró la pausa que se produjo entre los dos. –Tú, me salvaste de la devastadora guerra entre vikingos que los dioses anunciaron desde los cielos del universo ¿tan fácil es abandonarme a mi suerte en este miserable pueblo repleto de aburrimiento?

-Me dijiste que deseabas la paz en las tierras nórdicas, y te traje al lugar más remoto del que soy conocedor para que estuvieras a salvo durante mi ausencia. No hay paz entre guerreros, solo sangre hasta la muerte.

-Las profecías no dicen lo mismo.

-Los brujos a los que acudes son pésimos observando el azar al que nuestros soberanos dioses nos arrastran.

-Tú que sabrás de azar, no sabes nada, meditaste mi destino alejado de tu solitario camino sin tener en cuenta mis fines ¡Tú eres el pésimo observador! No contaste con que yo quería participar en esta pelea que aún existe en las afueras. Siempre quise manejar una espada que mis antepasados forjaron para futuras generaciones. Por ti, porque prefiero morir viéndote luchar que vivir en la lejanía que supone tu tranquilidad. Elijo tu preocupación por no poder protegerme a la angustia que le supone a mi alma el sentarme en esta aldea a la espera de que te olvide.

-Eres el humano más egoísta con el que me he topado a lo largo de todas mis vidas ¿Crees que puedes sobrevivir una vez arrojada a la nieve? Las pieles no te salvarán, el frío y la humedad recorrerán todos tus huesos, el hambre devorará no solo tu estómago, sino tu mente y estabilidad. El sabor a hierro rojo sobre tus labios, se apoderará de tus dientes ahora sanos y blancos. Una vez lanzada al campo de batalla, no habrá piedad alguna por parte de tus oponentes, solo devastación. Cuando los diablos de la querella se apoderan de nuestros espíritus, la valentía es un signo de demencia.  Bien, -declaró tras un suspiro que procuraba atraer la calma- ahora que al fin te han advertido de las oscuras realidades de la guerra, recapacita tu seguridad en las declaraciones hechas, insolente.

-Me da igual. Mi confianza es permanente, piensas que con esos escenarios me dominarás, no hay dominio que no sea el mío propio en mi naturaleza. Bastante he hecho con esperarte aún con la incertidumbre de tu regreso, solo te he esperado para hacerte conocedor de mis intenciones. Todas ellas irrefutables.

-Sigues siendo igual de impertinente que cuando nos conocimos. Sin duda, tu nombre hace eco en tu cuerpo. Tan indómita como el fuego mismo, tan ardiente y escurridiza como las brasas. Siento lástima por ti, todo aquel que se atreve a tocarte, acaba dañado. Me incluyo en la lista, pensar que he hecho todo lo que está en mis manos por mantener tu vida en llamas, lanzas con furia tu rabia hacia aquel que ha sido tu único compañero. Si repudias la virtud de existir, renuncio a ser yo quien la guarde en tu interior, si sueñas con que tu destino sea la muerte, no seré yo quien te niegue la libertad de escoger. Pero…mantente a mi vera, quiero envolverme en la calidez de tu último suspiro antes de tu marcha.

Continuará.