domingo, 22 de febrero de 2015

Calibraciones

Me levanté. Llevaba esperando el momento oportuno un par de minutos y finalmente, me decidí. Ahora me hallaba en una posición más que vulnerable pero no dejé que el pánico recorriera mis venas, a fin de cuentas, este era el camino que había tomado. Coloqué el arma entre mis manos y fijé el objetivo sin que me temblara el pulso, ahí estaba, esperándome. Cogió su pistola y antes de nada me miró a los ojos con una mirada fría de quien no tiene nada que perder. Ninguno de los dos llegó a pensar en lo que conllevaba el enfrentamiento, sencillamente, sólo uno saldría con vida. Los cuerpos de sus compañeros yacían inertes esparcidos por toda la sala, era un gran almacén de contrabando del que ya nadie podría beneficiarse. El olor a sangre y sudor inundaba el aire hasta hacerlo abrumador, sin embargo, tampoco nos dimos cuenta de ese detalle. Por mucho que digan, cuando eres un asesino, no importa quien sea el mercenario y quien el justiciero. Lo único en lo que piensas es en salir vivo. No recuerdas a los seres que hayas amado ni te pones a resumir tus memorias, no hay frases poéticas antes de dejar de respirar. La única diferencia son los latidos. Respiré, quizás por última vez, y una bala atravesó la armadura con ferocidad. Una niebla instantánea relució como vaho salido del mismísimo corazón y después, el enemigo cayó con silencioso orgullo y una sonrisa en los labios. No obstante, miré a mi alrededor, confundido y aturdido por lo que acababa de suceder. Continué alerta puesto que aquel disparo no lo había efectuado yo. Las luces parpadeaban, creando un juego de sombras en el que me podía camuflar hasta encontrar a la tercera persona del habitáculo. Podía escuchar sus pasos y el movimiento de sus piernas recorriendo la parte superior. Alcé la vista mientras corría para ponerme a cubierto y como si estuviera planeado, una vez resguardado, las lámparas volvieron a funcionar con normalidad. Estaba justamente junto al cadáver más reciente de la redada, por un instante, al contemplar a aquel terrícola a la intemperie y sin vida, me olvidé de lo que estaba pasando a mi alrededor. Deseé que estos dos últimos años no hubieran existido jamás. Deseé verte de nuevo. Deseé haber muerto en tu lugar.

Este tiempo sin ti ha pasado a cuentagotas. Recuerdo la primera  vez que te vi, en mitad de la Ciudadela, en mitad de la gente, del bullicio. Tu silueta plagada de armas me dio a entender que venías a por algo más que mera información inútil sobre la población interestelar. Tu boca disparaba palabras en tono distante y directo, y en aquel momento, al ver cómo liderabas a tu tripulación, te envidié. Siempre había deseado salir de la comisaría y saborear la libertad que aquel suburbio ahogado de normas no me permitía sentir. Quise irme de allí de una vez por todas, dejar atrás mi insulsa vida, no quería contener más las ganas de hacer justicia ante crímenes que pasaban de largo por los despachos. Acepté tu oferta en cuanto la pronunciaste, ni siquiera dudé cuando me advertiste de las probabilidades de salir con vida tras haber finalizado aquello para lo que te habían destinado. Poco a poco, comencé a observar  tu forma de luchar, tus motivaciones y condiciones. Ayudando a los inocentes, compasiva ante los errores ajenos, letal contra tus enemigos. Siempre incentivando a tus seguidores para continuar, para no decaer, para estar preparados. Llegué a admirar tu manera de guiarnos, tu instinto de supervivencia ante la adversidad. Nos diste una historia, un legado que contar. Algo de lo que sentirnos orgullosos. Y ahora...

Cuando te fuiste, cada uno eligió un nuevo rumbo, nadie volvió a ser el mismo. Ni siquiera nos despedimos entre nosotros, sencillamente, nos alejamos hacia un nuevo destino. He pasado todo este tiempo acribillando a impostores, matando a criminales, huyendo de la ley. Leyes para  las que trabajaba en el pasado, antes de que tú llegaras. Subsanando el  mal que mi propio criterio dicta ¿a qué coste? Lloré tu perdida día y noche durante meses, no encontraba razones y ni siquiera habían encontrado tu cuerpo en mitad de los restos que el accidente dejó. No pude darte las gracias. En las noticias no dejabas  de ser mencionada, lo fuiste durante mucho tiempo, el suficiente como para no  superar tu pérdida. No creo que ninguno  de nosotros lo haga jamás. Yo por mi parte, no albergo demasiadas esperanzas.

Recuerdo tu sonrisa cuando hablabas con Alenko al igual que recuerdo la noche en la que visitó mi camarote para pedirme consejo sobre ti. La noche en la que sin estar presente, fuiste motivo del dolor más destructivo que nunca imaginé, le pedí que te cuidara quedándome inmóvil cuando me dejó solo. Mis sentimientos por ti nunca cambiaron a pesar de las circunstancias, ni siquiera cuando vuestra relación era más que evidente. Permanecí vigilando que fueras feliz. Cada vez que manteníamos una conversación, tu amabilidad rasgaba mis pupilas haciéndome creer que podría aguantar mi posición, alejada y apartada de cualquier tipo de cercanía que nos involucrara. A medida que pasaban los días, me obligué a enterrar todo aquello que me transmitías con tan solo mirarte. Me quedé con las ganas de besarte. Me conformé viéndoos juntos, sabiendo que estarías en buenas manos. Al menos, eso fue lo que quise creer.

Un golpe seco me devolvió a la realidad. Tenía los ojos húmedos y tardé en hacerme a la idea de dónde estaba. Continuaba en el  almacén, escondiéndome de alguien de quien desconocía la identidad, probablemente refuerzos de la banda a la que acababa de masacrar. Un cristal se había roto de un impacto y el vidrio salpicaba como lluvia brillante y fugaz cayendo sobre mí. Giré lentamente la cabeza, buscando el sitio exacto desde donde procedía el disparo, y antes de que alcanzara el mango de mi arma, una luz roja señalaba impaciente mi cuello. Sin duda, seguías siendo mi debilidad, incluso estando lejos de mí. Quizá si no acudieras tanto a mi memoria, podría terminar el trabajo sin contratiempos. Ahora tenía a un chalado guiando mis pasos a conveniencia. El lanza-rayos que me apuntaba se movió a un lado indicando la dirección a la que debía dirigirme y sin miedo, obedecí cerrando los ojos.

Recuerdo tu sonrisa, mi arcángel.