viernes, 15 de agosto de 2014

El escarabajo alado

 Tú, mi Cleopatra, que desorientas a todos tus fieles con jeroglíficos indescifrables que conducen a tu templo en la Tierra. El faraón que unifica el país de mis entrañas momificadas. Dime qué ves cuando sientes la ausencia de tus amantes con cada amanecer, arrojada a las arenas de Egipto con la compañía de un cortejo fúnebre que sólo existe en tu mente.

Guiado por El ojo divino, al contemplarte por vez primera en tu trono de deidad extranjera, le  supliqué a Anubis que me condujera hasta el Reino de los muertos para conseguir así tu corazón, ya que con vida nunca me creí capaz de semejante hazaña. Y construí pirámides en tu honor, rememorando el epicentro de mis motivos.

Nunca nadie llegó jamás tan lejos con tal de conseguirte, a ti, a mi última reina del desierto. La más bella y fiera de todos los espíritus encerrados. Tu mirada vacía me narra la soledad que habita en tus sábanas de seda a pesar de la compañía que te brindan los hombres con la aparición de la luna. Seamos nosotros esta vez quienes nos desplomemos en el sarcófago sagrado de tu habitación en el más placentero de los rituales. Permite que los brazos de Nut te abracen con sus alas de avestruz para desvanecernos entre las estrellas cuando yo muera con esta despedida, pues sólo soy un ente que sacrificó su vida a cambio de poseerte una noche. Deja este mundo para hallar en el más allá lo que aquí no has encontrado, si decides cruzar conmigo, volaremos tan alto que ni la furia del Nilo podrá alcanzarnos.