martes, 8 de abril de 2014

5 de abril

Querido Aita:

Hace ya un año desde que me diste a entender que deseabas volver a tu anhelada tierra, San Sebastián. Decidiste que, por fin, era el momento de enseñarme el paraíso en el que habitaban tus recuerdos, ya que había llegado la hora de darme una relevante noticia sobre nuestras vidas.
Me dejaste dormir sin pesadillas durante el trayecto y al bajar del coche no pudiste evitar despejar las nubes del cielo para que, tal y como tenías previsto, hiciera un día perfecto.
Tras un largo paseo por la playa de La Concha me llevaste a El peine del viento. Desde donde se contemplan las mejores vistas de la ciudad, el sitio idóneo para buscar asiento y charlar.
Escuchando el sonido del mar contra las rocas comenzaste a hablarme en el lenguaje de las olas, diciéndome que deseabas volver a viajar, visitar aquellos lugares que no pudiste tachar de tu lista de la vuelta al mundo y puntualizando que era un trayecto personal e intransferible. De modo que, esto era una despedida, la nuestra. De modo que, entre mar y viento, te dejé elegir la ruta para separarnos.

365 días después, he de admitir que pienso que deberías volver ya, has tenido tiempo de recorrer aquello por lo que te fuiste. Es hora de que regreses. Pero como sé que estás demasiado lejos como para poder leerme, el año que viene espero escribirte con menos tristeza y más esperanza.

Te echo mucho de menos.