lunes, 3 de agosto de 2015

Trigo y lavanda

Haces que me duela el corazón. La brisa nocturna de agosto azota esta inmensa nada que nos rodea. Puedo sentir su nostalgia en el cuerpo, como si se hubieran liberado miles de suspiros tejidos en sueños estivales, como si cientos y cientos de ellos se hubieran unido para fundirse en el hálito de la madrugada. El calor se derrite entre sus dedos permitiéndonos disfrutar de esta noche de verano. En este campo donde las flores y el trigo bailan meciendo nuestra melodía, me siento desconsoladamente triste. Tus ojos atraviesan mi ser y ya no puedo caminar, cuando tu rostro se congela frente a mí ¿qué fuerzas podrían derrocar semejante mirada? Tu sonrisa efímera me tiende la mano haciendo que desee alcanzarte ¿cuánto tiempo ha pasado hasta que hemos podido llegar a este punto? En esta cálida madrugada en la que se ha detenido el pasar de los días, noto la hierba agitándose bajo mis pies, fresca y quebradiza, fuerte e irrompible. No como nosotros. Siempre descoordinados, huyendo de nuestros propios sentimientos, comportándonos egoístamente, ignoramos lo importante que éramos el uno para el otro. Me gustaría poder confesarte en voz alta todo lo que he encadenado durante estos años, ahora que he logrado agarrar la palma de tu mano, el miedo que me retuvo se ha diluido sobre esta fina atmósfera que nos envuelve, cúpula de luz lunar con suave canto de chicharras. El temor a que este instante se desvanezca no logrará detenerme, la intensidad de mis pulsaciones me empujan hacia ti, mi mundo y el tuyo parece que finalmente se han sincronizado convirtiéndome en una persona valiente. Siempre fui la borrasca del otoño, granizo de primavera. Mis piernas siempre huían del amor que crecía en mi interior, alejándose del dolor, separándome de ti. Pero ya no puedo escapar más, el camino que recorrí pensando que era el correcto, no ha hecho más que dirigirme hasta este lugar donde estás tú. Mis pensamientos dan vueltas y el aire golpea mis mejillas con fuerza, tu respiración retiene todo este aroma a lavanda y, entre sombras, puedo ver la silueta de tu cuerpo más sosegada que nunca. Mis latidos se aceleran desconsoladamente y mi corazón late por el de ambos. Las lágrimas recorren mis facciones y retengo los párpados en la oscuridad. Nunca llegué a decirte esto, pero te quiero. Te quiero tanto que jamás imaginé que pudiera llegar a amar de esta manera, tanto que el no habértelo dicho hasta no ser consciente de ello es algo que no puedo quitarme de la cabeza. Las espinas de esta rosa se han propagado por mis entrañas apuñalando cada órgano hasta dejarme inútil, creo que ya es demasiado tarde. Creo que ya no tengo escapatoria, sólo tienes que pedirme que me quede junto a ti en este campo en el que no tardará en llegar la aurora. El sol empezará a salir de un momento a otro y entonces, nos separaremos. Si no me lo pides, te arrastraré conmigo aun en contra de tu voluntad. Ya te dije que mi corazón puede latir por dos, el tuyo y el mío. En el mundo de los vivos, aún queda sitio para nosotros.

Los recuerdos ya se han convertido en un sentido, mi cerebro los expulsa para alejar esta melancolía absurda que se desborda sin control. Lo real parece imaginario y a estas alturas no quiero despertar. No sin ti.