domingo, 15 de junio de 2014

Aquellos ojos verdes que nunca olvidaré

La luz del sol resquebraja las sombras del mediodía, haciendo una tímida entrada en el salón a través de unas cortinas blanquecinas casi transparentes. Cortinas que se mecen plácidamente por la cálida brisa de verano, a consecuencia de unas viejas y abiertas ventanas  de hierro decorado con una pintura barata y amarilla que se cae a trozos dejando entrever pequeñas partes oxidadas. Cristales impolutos que no pueden negar el paso del tiempo por su envejecido vidrio manchado con las huellas de toda una vida repleta de recuerdos. 
Ahora que han pasado tantos años desde nuestra juventud, puedo mirar atrás cuando mis ojos se bañan de melancolía. Ahora que cada día me consuelo meciéndome en mi mecedora como un niño recién nacido en su cuna, memorizo tu rostro con la esperanza de que la vejez no me haga olvidarlo. Y recorro con la mirada las horas que se pasean lentas entre mis dedos, siendo ellas las únicas invitadas que me hacen compañía, les cuento cómo eras antes de marcharte, narrándoles las anécdotas que aún recuerdo sobre nosotros, pues si en ellas apareces siento la juventud en mi sangre a pesar de la tristeza que me acecha cuando llega el final del relato. Ese en el que ya no estás, ese en el que ya te has ido. Ya no llega el olor a café después de comer, ni los boleros cubanos por la mañana, esos que antes de prometernos bailábamos incansables por las calles de Varadero. Tampoco llega tu risa ni los poemas que te escribía por nuestro aniversario, esos que te leía tras lamentarme por no poder comprarte nada más, esos que acogías con una arrebatadora sonrisa de labios carmesíes diciendo que ya nos llegaría el dinero para el próximo año. Ahora, ahora que las sábanas hace tiempo que no huelen a ti y tu armario guarda aún toda tu ropa bajo llave, recuerdo cuando palpaba tu cuerpo cubierto por un velo de canela al caer la luna diamantina a nuestros pies y espero llorando a que las horas se apiaden de mí llevándome contigo, porque lo último que quiero ver antes de morir, son tus ojos verdes sonriendo tras la puerta, y no quiero olvidarlos porque sin ellos, tanto la vida como la muerte carecen de sentido para mí.