miércoles, 2 de noviembre de 2016

Las cenizas bajo nuestros pies

Mi corazón está sangrando, una grieta desmedida atraviesa mi pecho permitiéndole ver la luz del sol. La costra que lo encerraba se ha partido en dos drenando todo lo que guardaba bajo las sombras, creo que voy a morir, mis manos escarlatas buscan con desesperación algún resto de humanidad. Lo único que dejan son huellas que jamás se podrán borrar. Quiero llorar océanos bajo la tormenta de mi alma, que mis lágrimas sean los rayos que bañan las olas que se agitan furiosas imitando la impotencia de mi ser. Que la espuma blanca ondee la orilla de tu piel esperando mi regreso tras la travesía sin rumbo que emprendí carente de brújula. Que la arena abrace todo este llanto que ocupa las profundidades de la tierra. Que el violento sonido de esta noche se alce colérico hasta que esta herida detenga este tortuoso dolor que me provocan los recuerdos y las nubes encubran las pesadillas en las que habitas a partir de cada medianoche. Tu voz truena dentro de mi cráneo susurrando versos que se clavan como dagas envenenadas que penetran silenciosamente hasta lo más hondo de mis entrañas. Tu mirada, triste como la luz de las estrellas, supura la súplica de mi misericordia que sin piedad y contradiciéndome, te niego con cada amanecer en el que no despierto junto a ti. Separados, nuestros lamentos se encuentran en el averno, los tuyos, una vez frente al maligno, imploran el olvido y los míos deprecan la absolución. Tras este viaje sin retorno nadie nos guía, las aves negras nos vigilan desde lo alto y nuestros cuerpos bailan un rito satánico que nos abduce a un mar de dudas que no responderemos. 

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